Us imagineu quilometres i quilometres de costa, de fet uns 400 Km. inexplorada pel turisme internacional, a voltes molt salvatge, tan que es impossible recórrer-la per carretera, i a voltes plana i amable, amb grans platges de sorra blanca. Platges només visitades per italians que la coneixen, i pels natius?. Doncs això és la costa de Calabria, des de Agropoli, un poblet al sud de Nàpols i Salern, i fins Scilla, a tocar de l’estret de Messina, on s’acaba el mar Tirrè. Pobles penjats, com Castellabate o Tropea s’avoquen damunt un mar blau turquesa, d’aigües intocades i impolutes. Diuen que les cales de Capo Vaticano son les millors del Mediterrà, i ho crec. Si Calabria és una regió desconeguda, la seva costa encara més. L’autopista passa per l’interior enfilada dalt de les muntanyes dels Abruzzi i de l’Aspromonte, la bellessa de les quals un dia us descobriré. Sota el Cilento, parc natural, més avall de Castellabate, começa la Riviera dei Cedri, amb Sapri, Maratea i Praia a Mare, amb platges molt maques. Estem a la Basilicata, i més concretament al Parc natural del Pollino. Més avall trobem l’illa de Dino i la vila de Scalea, encara murada. Seguim avall fins Amantea y Falerna. Al poble de Falerna Marítima, llarga i fantàstica platja, l’autopista toca de nou el mar. Aquí vam dinar, de fàbula, en un lloc insospitat. A la pizzeria de l’estació de ferrocarril. No us deixeu enganyar per les aparences. El local destrotat amaga una cuina excepcional amb productes frescos. Peix de fàbula, cuinat per la Mamma!. Seguim avall cap a Pizzo, un poble de pescadors que vigila un mar blau des de dalt d’una plataforma, seqüencia que es repeteix a l’espectacular Tropea, una vila medieval preciosa que domina un mar cristal·lí. A Pizzo el nostre restaurant és Anema e Core, molt bona pizzeria. Però el millor està per arribar: el promontori del Capo Vaticano amaga cales de somni, d’un altre mon. Intocades, desconegudes. La Costa Viola és el final. El mar, a la posta, és de color lila. Scilla és la perla d’aquesta part de la façana marítima de l’estret canal entre Calabria i Sicília. No recordem una població tan bella i autènticament mediterrània com Scilla. Chianalea, el racó pescador de Scilla, és preciós. Vam dormir a l’Hotel Scilla, un establiment d’altres temps, però amb servei amable. També teniu arran d’aigua el Principe di Scilla, bon hotel. Per menjar podeu fer un entrepà de peix espasa a Civico 5 Chianalea, o un bon àpat al Casato, al Scoglio di Ulisse, al Fiocicna, o bé a el Glauco, tots a Chianalea, a tocar del mar. Bones pizzes a Pizza Scilla. No deixeu de gaudir de les platges increibles de Calabria, que son desconegudes però estan entre les millors del món. Com les de la Costa Viola, o les de Capo Vaticano, que no deixarem d’insistir que son fabuloses. Cales i caletes entre penyasegats. O les de la bonica vila de Tropea, a la foto, penjada damunt del mar. No deixeu de visitar Calabria, i la seva costa!.
¿Se imaginan kilómetros y kilómetros de costa, de hecho unos 400 Km. inexplorada por el turismo internacional, a veces muy salvaje, tanto que es imposible recorrerla por carretera, y a veces plana y amable, con grandes playas de arena blanca?. Playas sólo visitadas por italianos que la conocen, y por los nativos. Pues esto es la costa de Calabria, desde Agropoli, un pueblo al sur de Nápoles y Salerno, y hasta Scilla, junto al estrecho de Messina, donde termina el mar Tirreno. Pueblos colgados, como Castellabate o Tropea sobre un mar azul turquesa, de aguas intocadas y impoluto. Dicen que las calas de Capo Vaticano son las mejores del Mediterráneo, y lo creo. Si Calabria es una región desconocida, su costa aún lo es más. La autopista pasa por el interior de las montañas de los Abruzzi y del Aspromonte, la belleza de las cuales un día os descubriré. Bajo el Cilento, parque natural, aún más abajo de Castellabate, empieza la Riviera dei Cedri, con Sapri, Maratea y Praia a Mare, con playas muy bonitas. Estamos en la Basilicata, y más concretamente en el Parque natural del Pollino. Más abajo aún encontramos la isla de Dino y la ciudad de Scalea, amurallada. Seguimos más abajo hasta Amantea y Falerna. En el pueblo de Falerna Marítima, de larga y fantástica playa, la autopista toca de nuevo al mar. Aquí comimos, de fábula, en un lugar insospechado. En una estación de tren de un pueblo de la Calabria Marítima más desconocida. En un local de aspecto descuidado pero con una terraza sombreada, se encuentra uno de los mejores restaurantes que hemos visitado en Itália. No pidais glamour, ni etiqueta. Mesas y sillas de madera simple, mantel de cuadros, ninguna concesión estética… pero… la comida es riquísima, el pescado fresco, del dia, la pasta está fabulosa y las pizzas, que hacen solo por la noche, son espectaculares. Buen vino de la región, postres de leyenda. La abuela en la cocina, el padre, los hijos y nietos sirviendo las mesas. Dejaros aconsejar el pescado del dia. Calamares espectaculares. Y los precios… de risa, ridículos de tan asequibles. Una relación calidad precio sin parangón alguno. No hablaremos de nada que no sea comida y amabilidad. Los adornos externos brillan por su ausencia. Ni falta que hacen. Volveremos seguro, aunque, como siempre, seamos los únicos turistas. La gente del pueblo ocupa el local. Son listos. Saben donde está lo bueno. Seguimos abajo hacia Pizzo, un pueblo de pescadores que vigila un mar azul desde arriba de una plataforma, secuencia que se repite en la espectacular Troppea, una villa medieval preciosa que domina un mar cristalino. En Pizzo nuestro restaurante es Anema e Core, muy buena pizzería. Pero lo mejor está por llegar: el promontorio del Capo Vaticano esconde calas de ensueño, de otro mundo. Intocadas, desconocidas. La Costa Viola es el final. El mar, a la puesta del sol, es de color lilaceo. Scilla es la perla de esta parte de la fachada marítima del estrecho canal entre Calabria y Sicilia. No recordamos una población tan hermosa y auténticamente mediterránea como Scilla, en la punta de la bota italiana. Un pueblo que cae desde la colina que domina el castillo Ruffo di Calabria, y la iglesia, hasta al mar. Cenen en Chianalea, el rincón pescador de Scilla, donde más podrá disfrutar de la mediterraneidad. Nosotros dormimos en el Hotel Scilla, un establecimiento de otros tiempos, pero con servicio amable. Habitaciones un poco vetustas, pero limpias. También tiene junto al agua el Principe di Scilla, buen hotel. Vistas fabulosas, habitaciones como un museo. Comer un buen bocadillo sin más, a Civico 5 Chianalea, o un buen pescado en el Casato, el Scoglio di Ulisse, o en Glauco, todos en Chianalea, junto del mar, no tiene precio. Buenas pizzas en Pizza Scilla. No dejen de disfrutar de las playas increíbles de Calabria, que son desconocidas pero están entre las mejores del mundo. Como las de la Costa Viola, o las de Capo Vaticano, que no dejaremos de insistir en que son fabulosas. Calas y caletas entre acantilados. O las de la bonita ciudad de Troppea, en la foto, colgada encima del mar. ¡No dejen de visitar Calabria, y su costa!.
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